Mitreville. Ese fue el nombre elegido por Mariano Ferro para el que sería el principal barrio de La Mascota, pueblo ubicado a 5 kilómetros de Médanos, a 40 de Bahía Blanca.
Ferro, ferviente admirador de Bartolomé Mitre, fue el primero en comprar tierras en el lugar, en los loteos realizados en 1909 por la firma Adolfo Bullrich, entusiasmado por el agua a flor de suelo del lugar, la temperatura agradable y las suaves ondulaciones que atajaban los fuertes vientos.
Un solar quedó reservado para plaza pública y, como tal, llevaría una estatua. Allí Ferro rindió homenaje al director del diario "La Nación", colocando una estatua del prócer comprada en Buenos Aires.
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La Estatua a Mitre, publicada en la revista Arte y Trabajo, 1916 |
En 1910, el diario "El Censor" publicó: "El barrio Mitreville está a 150 metros de la Estación La Mascota y será la villa más bonita de los alrededores, el `Adrogué' de esta región, por sus condiciones especiales para construir chalets y quintas de veraneo". Hubo quienes vieron al pueblo como "la segunda Mendoza", por sus hermosos alfalfares.
Arturo Coleman, principal autoridad del Ferrocarril del Sud, fue uno de los primeros en adquirir su lote en el lugar, una casona con techo de fuerte pendiente, revestido en chapa.
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"Villa Emilia", La casa de Arturo Coleman en La Mascota. |
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Una de las pocas casas de La Mascota que se mantienen por estos días |
Pero las cosas no fueron como se pensó. El agua descendió, las lluvias escasearon, los alfalfares se secaron y la arena se adueñó de las tierras. En la actualidad, entrar en La Mascota es tratar de adivinar el pueblo, donde están sus 35 habitantes. La mayoría de sus casas-quintas son de fin de semana, con casas que dan cuenta de sus muchos años de existencia, algunas de ellas ocupando generosos terrenos con una riquísima arboleda.
En 2009, año del centenario, se realizó un emotivo acto en la plaza Mitre, que incluyó la colocación de una placa de bronce dedicada a los perseverantes pobladores del lugar.
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Placa colocada en el pedestal del monumento a Mitre, 200 |
Por estos días, dos años después de esa celebración, esa plaza es poco menos que un potrero, un baldío abandonado al paso de la naturaleza, sin nadie que la mantenga ni nadie que la preserve. Entre los árboles y pastos emerge la estatua de Mitre, con su particular color celeste, la cual parece mirar a lo lejos, ignorando esa, su realidad, con la dignidad y prestancia de un personaje de su estirpe. Es parte de una curiosa historia que no se resigna a ser olvidada.
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Apenas se cruzan las vías, en lo que se pensó como Mitreville, aparece la estatua de Mitre, perdida casi entre árboles y yuyos |